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martes, 1 de noviembre de 2011

LA PELUQUERIA

El Otro día  quede de esperar a una amiga a la salida de la Peluquería en una de las cafeterías del Parque, según dijo sería muy Puntual (entenderéis que yo no la creí) ¡Pues eso! Estaba removiendo el cafelito, y mirando un “culazo” en la Tv de plasma de la pared, cuando escuche:  

¡ Hola, que tal,  ¿ te gusta?
_ La Mire y pregunte: ¿Qué es lo que me tiene que gustar?
_ Pues el pelo.
_ Ah, el pelo. Sí, sí, estás muy guapa… ¿Y cómo lo llevabas antes?
_ Pues era skin head, no te jode. ¿Y tú? ¿Cómo llevabas antes el pelo? Antes por lo menos llevabas…
( joer que cabrona, le pensé en toda la cara, no es que no me fije en las tías, es que me pillo a traición la pregunta)

Inmediatamente tomo asiento, pidió un té negro en leche y me pregunto:
Sabes lo que es una peluquería?

_ Claro! Le dije, es un sitio donde pides una cosa, y el peluquero hace lo que le da la gana. Por esta razón, lo 1º que haces cuando sales de la peluquería es buscar un espejo y ponerte el pelo “a tu manera”. Y digo yo, entonces ¿para qué vas? 

Me miro fijamente a los ojos, con una mueca de sonrisa maliciosa en los labios, y entonces me explaye…… La peluquería es un sitio del que tienes que desconfiar, porque todo te lo hacen por la espalda. Es curioso: engordas, te deprimes, estás celosa, y en vez de echarte un amante que es lo que deberíais hacer todas, te vas a la peluquería y le dices al peluquero:

_Córteme el pelo. Quiero un cambio de imagen radical.

Y ya lo creo que te cambia la imagen. Te deja como si hubieras metido la cabeza en una freidora. Te ves tan horrible que se te olvida la depresión que tenías, y te agarras otra. O sea, que en la peluquería no te quitan la depresión, simplemente te la cambian de sitio.

Yo es que imagino la escena, sentada enfrente de un espejo, con un babero, embadurnada, con chorretones de tinte resbalándote lentamente por la cara colorada, la cabeza envuelta en papel albal y oliendo a huevo podrido. Y pensando: “Sólo falta que me salga un alien de la tripa, joder”.

Y  en ese momento el peluquero se aprovecha de ti para ponerte todavía más potingues. La técnica utilizada es la siguiente: primero, un poco de peloteo:


_ Bonica, Tienes una pestaña preciosa.

_ ¿Ah sí? Muchas gracias Frazier, ( porque claro , ya le conoces el nombrecito)

Y luego te mete la cuña:

_ Si, son preciosas, lástima que…

_ ¿Lástima que qué?????

_ Que tengas el pelo tan pobre y apagado.

_ ¿Pobre y apagado? ¡Qué horror! ¿Y qué puedo hacer?

Y entonces te la coloca:

_ Pues mira, por sólo 100 euros, te voy a poner un tratamiento de colágeno de placenta de foca virgen del hábitat del norte, que verás cómo te quedas.

Y que me dices de vuestra obsesión por las mechas?. Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que una mujer entre en una peluquería y no salga rubia con mechas. Aunque sea rubia, también sale rubia con mechas.

Yo lo que verdaderamente creo, es que vosotras vais a la peluquería a daros un chute de laca, porque en las peluquerías con tanto olor a laca os pilláis un colocon de miedo, y luego decís a todo que si , y luego al cabo de los meses pasa lo que pasa 

Como ella me miraba fijamente con esos grandes ojos negros, le dije rápidamente y sin perder la sonrisa:  bueno en la próxima ocasión  puedo hacerte una disertación sobre las barberías de caballeros

2 comentarios:

Ángela dijo...

Lamento comunicarte que no puedo estar más en desacuerdo con tu artículo. La peluquería no sólo no es eso, sino que es justo lo contrario a lo que expones.

barondojo dijo...

Bueno, la exposicion es una mera coincidencia con la realidad, ligeramente exagerada a tenor de lo que manifiestan algunas usuarias a eso de las 17,00 pm tomando un te con pastas, y por cierto suelen ser rubias con mechas ... pero tampoco te creas todo lo que lees